-Ya voy saliendo de mi cena. Llegare a recogerte en diez minutos. Apúrate para poder regresar.
-Necesito que me llames para levantarme a la hora que quieres que vaya por ti. Estaré durmiendo.
-¿Hoy? ¿Segura que tienes que ir? Es la fiesta… Bueno, entonces que tu papá te lleve.
En la novela de Gustave Flaubert, Madame Bovary, la protagonista, Emma, sufre de un exceso de autocomplacencia lo cual eventualmente la lleva a su trágico final. A pesar de que dirigió con éxito la casa de su padre, su unión matrimonial con Charles la convierte en una egoísta que se centra solo en sus deseos, justificando sus pecados al afirmar, como lo hace el romanticismo, que el sacrificio de la moral para la búsqueda de la felicidad es una causa noble.
Al estar plenamente en la etapa de adolescencia, sé que he experimentado momentos de autocomplacencia, la mayoría de los cuales no soy capaz de reconocer. Un tal caso que resuena con fuerza en mi mente es mi fusión accidental y errónea de las palabras ‘chofer’ y ‘padres’ como sinónimos. La cantidad de tiempo que he puesto a uno de mis padres detrás del volante durante horas poco razonables tendría que contarse en horas y hasta posiblemente días. Soy menor de edad, argumentaría, mas al reflejar puedo admitir que a veces he estado fuera de lugar.
Con las velas apenas sopladas y el pastel recién partido, ya estaba en la puerta del ascensor, esperando impacientemente pues estaba tarde para la ‘reu’. Aunque ligeramente hiperbólico, la verdad es que en la noche de la fiesta del cumpleaños de mi madre mis pensamientos no giraban en torno a las cintas de colores, los globos, los regalos, deseos de cumpleaños o cualquier otro asunto relacionado con la festividad. Fue en esta noche que le pedí a mi padre que por un instante abandonara a mi madre y me llevara a la casa de una amiga. No es que soy una terrible hija, solo cometí lo que en mi opinión es un terrible hecho. Para ser justos, realmente no era el día de su nacimiento (el cual ya había ocurrido hace dos días), y el día que si fue yo felizmente me comprometí a la celebración. Sin embargo, esto no excusa el hecho de que puse mis propios intereses por encima de todo. Y para empeorar el asunto, actualmente soy incapaz de recordar la razón por la que quería desesperadamente estar en esa especifica reunión. La tristeza manchaba su voz mas la alegría de tener su permiso opaco mi sensibilidad emocional hacia ella.
Hasta cierto grado yo demostré signos de egocentrismo, aunque no de la misma severidad que Emma Bovary; mientras que mi mal no condujo a graves consecuencias, a ella la llevo a la ruina económica y a la falta de afecto por su esposo e hija. La autocomplacencia es una cualidad negativa en el carácter de una persona que en el largo plazo nunca produce resultados positivos. La evolución nos ha enseñando que solo los más aptos sobreviven y por lo tanto el egoísmo esta sembrado profundamente en nuestra mentalidad. Claramente es normal escuchar a uno mismo primero de vez en cuando, pero cuando la apatía y la autocomplacencia gobiernan a uno por completo es un trastorno psicológico.
En la novela de Gustave Flaubert, Madame Bovary, la protagonista, Emma, sufre de un exceso de autocomplacencia lo cual eventualmente la lleva a su trágico final. A pesar de que dirigió con éxito la casa de su padre, su unión matrimonial con Charles la convierte en una egoísta que se centra solo en sus deseos, justificando sus pecados al afirmar, como lo hace el romanticismo, que el sacrificio de la moral para la búsqueda de la felicidad es una causa noble.
Al estar plenamente en la etapa de adolescencia, sé que he experimentado momentos de autocomplacencia, la mayoría de los cuales no soy capaz de reconocer. Un tal caso que resuena con fuerza en mi mente es mi fusión accidental y errónea de las palabras ‘chofer’ y ‘padres’ como sinónimos. La cantidad de tiempo que he puesto a uno de mis padres detrás del volante durante horas poco razonables tendría que contarse en horas y hasta posiblemente días. Soy menor de edad, argumentaría, mas al reflejar puedo admitir que a veces he estado fuera de lugar.
Con las velas apenas sopladas y el pastel recién partido, ya estaba en la puerta del ascensor, esperando impacientemente pues estaba tarde para la ‘reu’. Aunque ligeramente hiperbólico, la verdad es que en la noche de la fiesta del cumpleaños de mi madre mis pensamientos no giraban en torno a las cintas de colores, los globos, los regalos, deseos de cumpleaños o cualquier otro asunto relacionado con la festividad. Fue en esta noche que le pedí a mi padre que por un instante abandonara a mi madre y me llevara a la casa de una amiga. No es que soy una terrible hija, solo cometí lo que en mi opinión es un terrible hecho. Para ser justos, realmente no era el día de su nacimiento (el cual ya había ocurrido hace dos días), y el día que si fue yo felizmente me comprometí a la celebración. Sin embargo, esto no excusa el hecho de que puse mis propios intereses por encima de todo. Y para empeorar el asunto, actualmente soy incapaz de recordar la razón por la que quería desesperadamente estar en esa especifica reunión. La tristeza manchaba su voz mas la alegría de tener su permiso opaco mi sensibilidad emocional hacia ella.
Hasta cierto grado yo demostré signos de egocentrismo, aunque no de la misma severidad que Emma Bovary; mientras que mi mal no condujo a graves consecuencias, a ella la llevo a la ruina económica y a la falta de afecto por su esposo e hija. La autocomplacencia es una cualidad negativa en el carácter de una persona que en el largo plazo nunca produce resultados positivos. La evolución nos ha enseñando que solo los más aptos sobreviven y por lo tanto el egoísmo esta sembrado profundamente en nuestra mentalidad. Claramente es normal escuchar a uno mismo primero de vez en cuando, pero cuando la apatía y la autocomplacencia gobiernan a uno por completo es un trastorno psicológico.